A las mozas de este pueblo mucho les gusta la gaita,
Cuando alguien se la toca, bailan siempre, nunca cansan.
Por quererse con locura, y por consejo del Cielo,
Una mociña muy guapa se casó con un gaitero.
Él se llamaba Cristóbal, y un día vendió la gaita.
Se le enfadó la mujer porque le hacía falta.
“¡Calla, por Dios, vida mía! Vendíla porque era vieja,
Tenía el puntero roto y la punta la palleta”.
“Cristóbal, aunque era vieja, a mí mucho me gustaba,
Y si no me compras otra nos separamos mañana”.
“Mañana me voy pa’ Oviedo a comprarme gaita nueva,
Que tenga mejor puntero y la punta la palleta”.
Cristóbal pasó tocando el día y la noche entera,
Y de tanto que tocaba se le rompió la palleta,
Y se marchó su mujer en busca de gaita nueva.